Este es un relato que sirve como cuento, parábola, lección de vida. Hemos cambiado los nombres de sus actores y lo compartimos para su disfrute. Es cien por cien verídico y se lo mandó el autor a un grupo de amigos, dice así:
“Como saben, me regalaron un rompecabezas de madera, circular, muy bonito. Lo que no les conté es que nunca lo pude desarmar. Empujé. Presioné. Sacudí. Y nada. El testarudo objeto tridimensional acoplado de madera, seguía fiel a sí mismo.
Siguiendo mi conocida naturaleza volví a empujar, tiré hacia fuera, traté de girar, casi lo zapateo, pero nada. Les juro que desde los intersticios de los bloques de madera llegué a intuir una susurrante sonrisa.
Finalmente renuncié y dejé el bonito objeto imbatible en mi escritorio.
Hoy al mediodía, volví a tomar al objeto en cuestión levantándolo distraídamente con dos dedos desde sus costados, no desde la base. Y el rompecabezas “llovió” en pedazos hacia abajo, desparramándose en caída libre sobre mi escritorio.
(…..)
De inmediato entendí el mensaje: no siempre hay que empujar; a veces hay que aflojar. Tal vez no sea relevante para ustedes pero lo es, y mucho, para mí.
El regalo autentico fue: La oportunidad de encontrar otra manera de tomar el mismo rompecabezas de siempre.
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